Por más que lo hemos
conversado, nadie sabe exactamente cuando HermanoMenor vio un perro
fuera de la casa y como el perro tenía hambre y él tenía pan, usó la lógica de
niños, esa que después dejamos dormida y le dio pan y lo invitó a pasar, cual
vampiro -es que HermanoMenor es muy sociable y tiene una larga data
de amor perruno desde que era un micro HermanoMenor- y dinamitó un pequeño
problema, el perro ladraba a la gente dentro de la casa y a la gente fuera de la
casa, Rufo había puesto su bandera colonialista en nuestro antejardín.
Obligados, de a poco lo fuimos aguachando para que no nos ladrara y eso lo
convirtió en el absoluto soberano del antejardín, la cocina, el living y... si,
si, frase emocional incluída, nuestro corazones.
Rufo era un perro de raza,
de todas las razas, tenía pelos lisos y entremedio algunos bien rulieeentos,
cola de plumero, colores indeterminados y el peor aliento perruno de la
historia de los perros con alitosis, le faltaba un pedazo de oreja tipo Evander
Holyfield (al tipo que Mike Tyson le dio una probadita, yep, lo goglié) y le
faltaban algunos dientes, con el tiempo se volvió un verdadero abuelito shin
dientesh, parecía viejo por todo lo carreteado que estaba pero dicen llegó de 3
años.
Como era callejero del
tipo Cannis Chilensis Tirrile Chilensis nunca insistimos en limitar su espacio
solo al patio, de alguna forma se las arregló para correr un pedazo de reja
-una elegancia de reja por demás- y entraba y salía a gusto, unas casas más
arriba vivía Gardel, otro perro con tanto pedigree como Rufo, era el rudo del
barrio, mandíbula ssshueca, paticorto y malas puuuulgas, podían pasar horas
-literalmente- oliéndose las colas y girando, un tango eterno de machos
peludos... Gardel pue.
La mayoría de las
historias de Rufo se dieron en el contexto -Rufo, mi perro callejero- podría
contar cuando un tipo trató de abrir la reja y mi awesome perro lo mordió, (en
rigor él nunca mordía a nadie, bueno, casi... pero cuando lo hacía la triste
realidad es que le quedaban tan pocos dientes que ni dolía, ni sonrisa de mujer
se lo hubiese podido arreglar) el resumen fue que el tipo demandó a mi papá y
fue juicio y pah, drama pero la jueza estuvo a favor de mi papá, el argumento
fue que él no era el dueño del perro, sino que Rufo era nuestro dueño (si, ese
fue el argumento, tal cual y supongo que la jueza: a) amaba a los perros, b) no
te podíh poner serio y castigador cuando te dicen eso, así que hasta ahí llegó
el caso).
Rufino tuvo tantos
atropellos como pelos tenía en su lomo, como iba cual perro-hippie-alma-libre
por la vida de repente uno llegaba a casa y por más que lo llamaras no
aparecía... estaba escondido bajo la cama de mis papás, más de una vez con los
neumáticos pintados en las patas o en la guata, si no me falla la memoria,
ninguno fue ultra grave, cojeaba un tiempo, se negaba a salir pero después...
después atrápenlo!. El escondite bajo la cama de mis papás servía para el post
atropello, los días de truenos, las protestas de 11 de septiembre, los días
fríos en que se mimetizaba con la alfombra..- ok, not-... pero él se quedaba
quietiiiitoooo con cara de "zoy invizible... zoy invizible..."
Rufo me acompañó toda la
enseñanza media, toda la universidad e incluso mis primeras incursiones en el
mundo laboral (cuando aún una ni siquiera considera la posibilidad de tener un
auto) y para todas partes me movía en micro y mi callejas fiel me acompañaba al
paradero, se sentaba a mi lado y esperábamos pacientemente la micro, muchas
veces tuve que bajarlo o pedirle al micrero que cerrara las puertas y ahí él
partía de vuelta a casa... Yo sé que con el tiempo uno tiende a exacerbar las
cualidades o los mismos eventos se vuelven más mágicos de lo que en realidad
fueron... Peeeeeeero (querido lector, era obvio que aquí venía un pero no?) no
es ese el caso de Rufo, hasta ahora, cuando me he reencontrado con gente de
aquellos tiempos me preguntan por Don Rufo, el inolvidable.
Pese a que tengo padre y
hermanos protectores, nadie igualó a mi perro querido a la hora de dar el visto
bueno, cuando llegaba con un amigo a casa y a Don Rufo no le gustaba era capaz
de ladrarle todo el rato, tooooooodooooo el ratooooo o de convertirse
mentalmente en gato, y toooodoooo el ratoooo se subía a mi falda (es difícil lograr
explicar el tamaño de Rufo pero aunque no era gigante, jamás pasaría por gato).
Si el amigo en cuestión contaba con la aprobación del macho alfa de casa, su
cola de plumero se movía feliz.
Rufo vivió 15 años con
nosotros y quedaré siempre corta al tratar de resumir su vida con nosotros,
todo lo que nos entregó y esa mirada cómplice y silenciosa cada vez que uno
realmente necesitaba a un amigo.
Fue muriendo de a poco,
tenía cataratas, un soplo al corazón, cáncer a la próstata y no me acuerdo que
más, pero mil cosas más, mis papás lo quisieron tanto como nosotros y gastaron
lo que no tenían para darle un final feliz a su vida, le compraban sus remedios
y se los daban en pedazos de salchichas, en pancito remojado (no era lo mejor
pero al final era lo único que comía) a veces nos miraba y empezaba a gruñir,
se paraba tiritando y con lentitud, se acercaba un poco más y movía la cola,
nuestro perro debió haber tenido alzhaimer, si alguien le daba un hueso
permanecía toda la tarde con él en la boca... quizás le daba miedo enterrarlo y
después olvidar dónde lo dejó...
La eutanasia era una palabra
innombrable para todos, luego no lo era tanto y finalmente era LA palabra, como
Rufo y HermanoMenor tenían ese nexo tipo E.T. y Elliot (esta no la goglié, me
acuerdo perfecto) tuvieron que convencerlo de que era lo mejor, para cuando
aceptó, Rufo ya se había despedido y la inyección llegó cuando naturalmente se
estaba disolviendo un Domingo de Resurrección del 2007 y se fue a vivir en
pedacitos a nuestros corazones (si, sonará increíblemente cebollento, pero solo
para quien no se ha despedido de un amigo de 15 años).
En la noche y sin que
ningún vecino protestara mi papá hizo un hoyo en el pasto fuera de la casa y lo
enterró ahí, yo no pude ir, me congelé y miré de lejos, tenía tanta rabia!, por
días nos sentamos a comer en silencio, el dueño de casa había muerto y cuando
uno se ponía a llorar en vez de consolarlo, nos poníamos a llorar los demás.
Tiempo después una vecina
llegó a hablar con mi papá, durante la noche hicieron otro hoyo al lado de Rufo
descansaba el viejo Gardel, tenían ahora toda la eternidad de los perritos se
van al cielo para olerse las colas.
Para muchos un perro es
solo un perro, huele mal, es sucio o solo "sirve" para vigilar... sin
embargo para nosotros fue el mejor y más increíble amigo, hijo, hermano y amigo
que pudimos tener.