20 de diciembre de 2012

La vaca sagrada

La vaca sagrada se sienta rumiando, sus orejas -perforadas- dan cuenta que tiene dueño, el mismo dueño que la marcó quemándole el muslo.
La vaca sagrada ama a su dueño porque la salvó del matadero asegurándole una vida que no le estaba destinada.
La vaca sagrada come displicente, de su boca caen pedazos húmedos y adheridos entre sí por la saliva caliente, pero ella no se inmuta, sus pulseras suenan enérgicamente mientras le gritonea a uno de los empleados de su dueño por su celular último modelo.
No puedo evitar cruzar una mirada cómplice con el mozo que le lleva su café, algo en esos ojos me asegura que hoy la vaca sagrada perderá su estatus - aunque quizás no lo sepa- puedo sentir que su taza tiene más que solo agua y café.

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